Hace unos días celebré mi cumpleaños número 53, y al mirar hacia atrás en este último año, no puedo evitar sentirme profundamente afortunada. La celebración no solo fue un momento lleno de alegría, sino también una oportunidad para reflexionar sobre el camino recorrido, los desafíos enfrentados y las infinitas razones por las que dar gracias.
Este año, estuve rodeada de personas que son, sin lugar a dudas, pilares fundamentales en mi vida. Familiares, amistades y seres queridos se unieron para compartir momentos que quedarán para siempre grabados en mi memoria. La vida nos sorprende constantemente con regalos que no son tangibles: una sonrisa sincera, una conversación significativa o el simple hecho de estar presente con quienes amamos.
No puedo negar que este ha sido un año retador. Como todo en la vida, hubo momentos de incertidumbre, decisiones difíciles y situaciones que me pusieron a prueba. Sin embargo, cada desafío vino acompañado de una lección valiosa. Aprendí a confiar más en mí misma, a ser resiliente y a encontrar fuerza en los momentos en los que parecía que no quedaba nada más por dar.